Lo que hacemos bien

El crecimiento de la población humana siguió creando presión sobre el resto de las especies.

Un día el Rey León reunión a todas las especies que pudo y rugió: “Queridos miembros de la biodiversidad, tenemos que dejar de competir entre nosotros. Ha llegado el momento de crear una gran alianza, el único enemigo real que tenemos son los humanos

Se escucharon bufidos, rugidos, silbidos, ladridos y demás manifestaciones de júbilo.

Se aprobó por unanimidad el primer acuerdo de cooperación inter-especies. Fue entonces cuando el perro, muy conocedor de los humanos, dijo: “se trata de trabajar en equipo, al menos hablan constantemente de ello”.

Establecieron como plan de acción el recabar información relativa al trabajo en equipo, cada uno como pudiese.

Perros, gatos y canarios fueron los que tuvieron más éxito. Como animales domésticos, disfrutaban de una posición privilegiada.

Las aves migratorias llevaron la información de un continente a otro, creando con ello la mayor red de información inter-especies de la historia de los seres que sienten.

Aprendieron mucho.

Parecía importante tener un objetivo común.

Trataron de cuidar la comunicación; empezaron contratando cotorras para la traducción simultanea pero acabaron pensando que igual era más importante escuchar que hablar, así que nombraron responsable a un murciélago conocido por su fino oído.

Los hombres daban mucha importancia al feedback para superar aquello que hacían mal. Esto les pareció lo más difícil, pero la determinación era tal que se pusieron a ello con ahínco.

El mono, que siempre había sido muy reconocido por su capacidad de subir a los árboles, decidió que lo que hacía mal era volar. Murieron tres en el intento, los demás lo intentaban y se sentían inútiles. De hecho, los pájaros se mofaban y hablaban de ellos a sus espaldas. “Estos monos, ¿cuándo van a aprender a volar?, es tan sencillo”.

Un guepardo decidió dedicarse a la pesca y hubo que hacerle el boca a boca, con los buenos oficios de un hipopótamo. Perdió parte de su mítica auto-confianza y dejó de sentirse reconocido por su velocidad punta, ya solo se hablaba de lo mal que pescaba.

Resultó sorprendente en cuán poco tiempo todo el mundo hablaba de lo mal que hacen los demás las cosas. Y así se fue al carajo la colaboración recién estrenada.

El Rey León reunió el Consejo ínter-especies y todos estuvieron de acuerdo en que este no era el camino, cada cual debía aportar lo que realmente hacía bien.

Al entender el rol de cada cual, la hiena se liberó de ser la mala de la película y todos vieron que su labor -limpiar de carroña el campo, siempre ayudadas por los buitres- era muy importante.

El delfín, en su turno de palabra, intentó zanjar la cuestión: “intentar hacer lo que se te da realmente mal debe de ser algo que solo entienden los humanos”.

En poco tiempo volvió el orgullo a cada especie. Y la colaboración funcionó como nunca, cada uno podía contar con la astucia del zorro, la templanza de la tortuga, la velocidad del guepardo o el tesón de las hormigas; todos podían contar con dominar el cielo, el mar y la tierra.

Hoy, mucho tiempo después, los animales siguen intentando entender por qué los humanos no se apoyan en lo mejor de cada uno.

Y cuanto más lo piensan menos lo entienden.


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